La primera historia literaria de Colombia la escribió José María Vergara y Vergara en 1867. Ese mismo año se publicó María, de Jorge Isaacs, una de las novelas latinoamericanas más leídas en el siglo XIX. Exactamente cien años después, en 1967, Gabriel García Márquez publicó Cien años de soledad. ¿Qué significa esto? O a la historia le gustan las casualidades literarias, o en el hecho de que María (1867) y Cien años de soledad (1967) sean las obras más famosas del continente debemos ver, en realidad, la importancia que entraña para el idioma la literatura colombiana. Desde los tiempos remotos de Juan de Castellanos, en el siglo XVI, hasta los tiempos actuales, la literatura que se ha escrito en Colombia ha sido un intento de universalización. Lo vemos en la época colonial: Domínguez Camargo es toda una recreación del gongorismo; Álvarez de Velasco y Zorrilla, con una poesía visual que se abreva en el conceptismo de Quevedo, y la Madre Castillo, de las mejores místicas de nuestra lengua, equiparable y hasta superior a Santa Teresa.
Cierto que a Colombia se le ha llamado país de tradición conservadora, pero ningún país tuvo poetas tan románticos como José Eusebio Caro y Rafael Pombo. La constitución que rigió al país entre 1863-1885 fue tan liberal y positivista que estuvo dedicada a Víctor Hugo (quien la consideró para ángeles). Más tarde, sí se engendró la constitución más anacrónica de América Latina, con un sistema cerradamente centralista. Pero los escritores, muy a menudo a contracorriente de los políticos, se volcaron hacia el modernismo. Así, el modernismo colombiano obtuvo dos tendencias: uno cosmopolita, la de José Asunción Silva, con sede en París y en Londres; otro, la de Tomás Carrasquilla, con sede en las montañas antioqueñas, entre arrieros y mineros. Se acusa a la literatura colombiana de no manifestar movimientos de vanguardia, como si eso fuera una necesidad imperiosa. A cambio de experimentos técnicos, en que otras literaturas han sido pródigas, la colombiana ha preferido la comunicación directa con el lector. De ahí el éxito de García Márquez, o de un filósofo aficionado, untado de cultura popular, como Fernando González. Claro que no ha descuidado la erudición y la alta cultura, y en el pensador Nicolás Gómez Dávila (adorado por sus escolios), como en el gran novelista Germán Espinosa, autor de La tejedora de coronas, ha tenido inmensos exponentes.
2.Historia de la Literatura Colombiana.
Si bien existe una tradición literaria en Colombia que se remonta hacia los siglos XVI y XVIII, la categoría de literatura nacional comienza a funcionar a partir del siglo XIX. La necesidad de empezar a recopilar las producciones literarias que se producen en determinado territorio surge a partir del siglo XX a raíz de la consolidación de los Estados Nacionales en América Latina. Es a partir de ese periodo que se comienza a consolidar una serie de textos literarios que son lo que hoy en día se conocen como “Literatura Nacional”.
Se puede entender la literatura Colombiana como una categoría que se ha construido a partir del siglo XIX, y que surge como una respuesta a la pretensión de consolidar un proyecto nacional. En otras palabras, luego de que el proyecto de independencia se consolidó a finales de la segunda década del siglo XIX, las élites se dieron la tarea de construir e imaginar una nueva nación. En consecuencia también surgió la necesidad de conformar una literatura nacional que argumentara dicho proyecto de construir la República colombiana.
Se puede referenciar la tradición oral, transcrita posteriormente, como un principio de lo que hoy en día se conoce como Literatura Colombiana. Al igual que la historia de la literatura universal, la literatura colombiana tiene sus orígenes en la tradición oral. De esta forma, se pueden destacar producciones literarias como la leyenda de Yuruparý, que publicada por primera vez en italiano en 1890, recoge una historia originaria de la cuenca del río Vaupés y contada sin la influencia del canon de Occidente.
Luego de varios siglos de desarrollo, la literatura colombiana tuvo su mayor crecimiento en el siglo XX, rico en poetas y movimientos poéticos. Desde los poetas del postmodernismo, Luis Carlos López, lleno de humor y profundidad sencilla, y Porfirio Barba Jacob, intenso, pensativo y melódico, hasta los más recientes poetas de estilos muy diversos como Darío Jaramillo Agudelo, Juan Manuel Roca y Mario Rivero, la literatura colombiana se caracteriza ante todo por su diversidad estilística.
Cabe destacar la llamada generación de Los Nuevos, entre los que sobresale León de Greiff; los piedracielistas, con Arturo Camacho Ramírez y Jorge Rojas; el grupo de Mito, liderado por Alejandro Vaupéz; los Nadaístas, encabezados por Gonzalo Arango; la generación Golpe de dados, representada por Raúl Gómez Jattin, María Mercedes Carranza y Piedad Bonnet, y el Grupo de Barranquilla, constituido, entre otros, por José Félix Fuenmayor, Álvaro Cepeda Samudio y el Nobel Gabriel García Márquez.
En años recientes, se ha venido presentando en Colombia un "boom" de escritores, cuyas obras han sido ampliamente acogidas por los lectores, hasta el punto de ser llevadas al cine. Entre estos autores de dicho boom contemporáneo, sobresalen Juan Gabriel Vásquez, Santiago Gamboa, Jorge Franco, Mario Mendoza, Enrique Serrano, Octavio Escobar, Philip Potdevin, y Fernando Quiroz.
2.1. Literatura indígena
La literatura indígena, poblado original de Colombia, es paradójicamente la que menos sobrevive. La violencia de los conquistadores y sus esfuerzos por imponer sus costumbres causaron la pérdida de textos legendarios. Algunos de los textos sobrevivientes son:
Leyenda de Yurupary, narración de origen amazónico, escrita por el indio José Roberto y traducida al italiano por el conde Ermanno Stradelli. Yurupary es un héroe mítico, conocido en Brasil y Colombia.
2.2. Literatura colonial.
La Época de la Colonia o Época Hispánica estuvo influenciada culturalmente por lo religioso. Para aquel entonces, inicios del siglo XVII y finales del siglo XVIII, se empezó a establecer los primeros asentamientos urbanos, alrededor de las instituciones gubernamentales españolas. El capital económico, político y cultural era propiedad de una pequeña élite, por lo cual la creación de textos literarios provenía en exclusiva de las clases altas.
Criollos, hijos de españoles nacidos en el Nuevo Reino de Granada, y algunos españoles inmigrantes escribieron libros de diversas materias: desde literatura edificante hasta libros de ciencia, desde oratoria hasta historia y literatura. La mayoría de estos libros se publicaron en diferentes partes de Europa, y unos pocos en Lima y México, ciudades que contaban con imprenta desde el siglo XV.
Los intelectuales españoles y criollos se enfrentaron a un nuevo mundo, listo para ser retratado, por eso las primeras manifestaciones literarias sirven mayormente como crónicas, donde se da cuenta de las tradiciones, los quehaceres cotidianos y los hechos heroicos del nuevo continente.
En la literatura colonial se destacan:
- Juan de Castellanos (Sevilla, 1522 - Tunja, 1607) Sacerdote español, residente en Tunja por más de cuarenta años, autor del más extenso poema jamás escrito en lengua española, las Elegías de Varones Ilustres de Indias.
- Juan Rodríguez Freyle. (Santafé de Bogotá, 1566 - 1642) Autor de la monumental obra crónica El Carnero. De familia acomodada, hizo estudios en el seminario pero no se recibió como sacerdote. Hizo parte de las guerras de pacificación indígena. En la etapa final de su vida se dedicó a la agricultura.
- Hernando Domínguez Camargo (Santafé de Bogotá, 1606 - Tunja, 1659), sacerdote jesuita y escritor. Influenciado notablemente por el gran poeta barroco Luis de Góngora y Argote, haría parte del llamado Barroco de Indias, en donde también se ubica a Sor Juana Inés de la Cruz. Sus obras más reconocidas son su relato épico Poema heroico de San Ignacio de Loyola (1666) y Ramillete de varias flores poéticas (1667).
- Pedro de Solís y Valenzuela, (Santafé de Bogotá, 10 de mayo de 1624 -1711), autor de El desierto prodigioso y el prodigio de desierto, considerada la primera novela hispanoamericana.
- Francisco Álvarez de Velasco y Zorrilla (Santafé de Bogotá, 1647 - Madrid, 1708) era hijo de un oidor neogranadino y de la hija de un oidor de Quito. Desde muy temprano recibió formación religiosa y ejerció la vida política. Su obra fue recogida en el libro Rhytmica Sacra, Moral y Laudatiria. Al contrario de Domínguez Camargo, era un gran admirador de Francisco de Quevedo y era reticente con respecto al gongorismo, con la excepción de Sor Juana Inés de la Cruz a quien le escribió desconociendo que había muerto. Velasco y Zorrilla asume el nuevo lenguaje americano -sus modismos- con orgullo, por lo que se ha ganado el reconocimiento como 'primer poeta americano'. También se le atribuye ser precursor del neoclasicismo. Se destaca su poema. Vuelve a su quinta, ah friso, sólo y viudo en donde relata el triste reencuentro del hombre viudo con su hogar y cómo la ausencia de su amada transforma el ambiente para el que llega y para los que están.
- Francisca Josefa del Castillo (Tunja, 1671 - 1742). Religiosa tunjana, reconocida como una de las autoras místicas más destacadas de América Latina, llegando a ser comparada con sor Juana Inés de la Cruz.
2.3. Siglo XIX.
2.3.1. Literatura de la Independencia.
La literatura colombiana durante los convulsionados años de la Independencia, así como todas las antiguas colonias españolas en el continente, se vio influenciada por el ánimo político, lo que determinó el pensamiento y el estilo de los autores criollos. Además en la literatura de la independencia se destacaron los géneros literarios: la crónica y la poesía. La literatura colombiana no deja de ser heredera de la hispánica y aquel sabor independentista e inconforme ante el estado de cosas, coincide a la vez con el romanticismo en boga que dominaría todo el siglo XIX en Colombia. El de la Independencia se ha considerado como un período de transición entre el Neoclásico y el Romanticismo. Es un Romanticismo incipiente donde aparece la glorificación de la naturaleza americana, la exaltación de la lucha por la libertad, el canto a los héroes, la expresión de sentimientos apasionados.
Se destacan:
- José Celestino Mutis (Cádiz, 1732 - Bogotá, 1808). El sacerdote y científico español es bien conocido por sus estudios botánicos y sus dibujos de la flora americana. También hizo estudios lingüísticos sobre los idiomas indígenas nativos. Su obra más conocida es Flora de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada: 1783-1816.
- Francisco José de Caldas (Popayán, 1768 - Bogotá, 1816). Apodado El sabio por su erudición, escribió sobre la geografía del país.
- Simón Bolívar (Caracas, 1783 - Santa Marta, 1830). El discurso político de entonces, liderado por el propio Libertador, marcaría fuertemente la vida literaria del país.
- Antonio Nariño (Bogotá, 1765 - Villa de Leyva, 1823). Nariño representa al intelectual de la época, una figura fundamental en el naciente periodismo republicano, así como un importante actor político y militar. Su traducción de los derechos del hombre lo hizo ser castigado por el gobierno español.
- Camilo Torres (Popayán, 1766 - Bogotá, 1816). Abogado, intelectual, político y prócer. Es famoso su Memorial de Agravios, un texto donde criticaba al gobierno español.
Durante este periodo se produjeron obras de teatro por dramaturgos como José María Salazar, José Miguel Montalvo, José Fernández Madrid, José Domínguez Roche.
Luis Vargas Tejada (Bogotá, 1802 - 1829). Fue fabulista, poeta, traductor y el más conocido dramaturgo de la época. Fue autor de varias obras como Sugamuxi, A mis Amigos, A mi lira, Recuerdo de Boyacá, La madre de Pausanias, Doraminta, Catón de Útica y la comedia Las convulsiones, representada en julio de 1828.
En la poesía, se produjeron versos satíricos, versos políticos, así como cantidad de versos en honor a la recién fundada patria.
- José Joaquín Ortiz (Tunja, 1814 - Bogotá, 1892). Famoso por su poema "La bandera colombiana", escribe acerca de la patria, la naturaleza y los símbolos nacionales, entre otros.
La decisión unánime de los padres de la patria de proteger y promover el idioma español o castellano en el suelo nacional, evidencia la gran importancia que la época daba a la palabra. De allí que sea Colombia la primera nación hispanoamericana en fundar en 1871 la Academia Colombiana de la Lengua; Ecuador lo hará poco después en 1874 con la Academia Ecuatoriana de la Lengua, y Venezuela en 1883 con la Academia Venezolana de la Lengua para completar el cuadro de las naciones neogranadinas, e integrarse posteriormente en lo que hoy se conoce como la Asociación de Academias de la Lengua Española (Panamá conformará su propia Academia Panameña de la Lengua por obvias razones en 1923).
2.3.2. La literatura colombiana y la conformación de un proyecto nacional.
La literatura puede ser considerada como producto de un contexto determinado, en ese sentido, las diferentes producciones literarias que se escriben en un periodo de la historia, responden a unas condiciones sociales, políticas, económicas y culturales específicas. Por consiguiente, la producción literaria que se generó durante la segunda mitad del siglo XIX en Colombia es el resultado de una serie de procesos que se vivieron durante esta época. Así mismo, para pensar la categoría de “Literatura nacional” es importante tener en cuenta tres aspectos importantes.
En primer lugar, la necesidad de construir una literatura nacional surge del proyecto político de conformar una nación colombiana, por consiguiente, durante el siglo XIX se puede evidenciar una estrecha relación entre la literatura y la política. En segundo lugar, la creación de la categoría de “literatura nacional” abarca no solamente las obras producidas durante el siglo XIX, también trata de encajar las producciones literarias de siglos anteriores dentro de dicha categoría, con el fin de argumentar la idea de que la nación colombiana siempre ha existido en sí misma y, por consiguiente, su literatura también. En consecuencia, se pueden evidenciar los primeros intentos de escribir una historia de la literatura nacional. Un ejemplo de ello es la Historia de la literatura en Nueva Granada escrita por el bogotano José María Vergara y Vergara. En tercer lugar, el papel de la prensa es clave para entender a la literatura colombiana del siglo XIX como un proyecto nacional.
Para entender a la literatura colombiana de la segunda mitad del siglo XIX como un proyecto nacional es necesario conocer el contexto. Primero, es importante señalar que, luego de los procesos de independencia, las personas que habitaban el territorio americano se vieron en la necesidad de conformar un nuevo orden político que respondiera al contexto global en el que estaban inmersos. Dicho de otra forma, el siglo XIX supone grandes cambios para occidente, que se caracterizan por el desmoronamiento o transformación de las monarquías europeas, la consolidación de los estados nacionales y la conformación de una nueva economía de mercado. De esta forma, los pueblos americanos que ya no eran parte del virreinato español se vieron en la tarea de construir un nuevo orden político basado en la consolidación de una República que se enmarcará dentro de los requerimientos del siglo XIX.
En un primer momento, se puede ver que luego de los procesos de independencia, el proyecto de orden escogido en la Nueva Granada fue la conformación de una República que, según debates historiográficos, posteriormente se convertirá en un intento por conformar una nación colombiana. En ese sentido, a lo largo del siglo XIX surgen nuevas formas de entender la historia colombiana, es decir que la conformación de un proyecto nacional implica que las personas construyan una nueva forma de entender su pasado y la conformación de una literatura nacional se enmarca dentro del debate de la creación de la nación colombiana.
Así, en el libro Fundaciones: canon, historia y cultura nacional. La historiografía literaria del liberalismo hispanoamericano del siglo XIX, Beatriz González-Stephan afirma que:
“[…] el siglo XIX es el siglo de la historia: porque profundos cambios sacuden el orden tradicional; porque surge la compulsiva necesidad frente a la fundación de órdenes nuevos escribir o inventar los pasados y las tradiciones; porque el nuevo sujeto que irrumpe en la escena política necesita legitimarse del discurso historiográfico. Precisemos: una concepción moderna de la historia que todo lo invade".
De este modo, se muestra cómo surge una nueva forma de ordenar y, por lo tanto, de conocer el mundo durante el siglo XIX. La idea moderna de progreso permea la forma de entender la Historia. Por consiguiente, se empiezan a entender los procesos del pasado de forma lineal y continua, cuyos orígenes están dados para que la Historia cumpla un curso determinado y encaminado hacia el progreso de las naciones. En otras palabras, la historia se utiliza para argumentar que un elemento como la nación colombiana siempre ha estado presente.
La literatura colombiana que se está conformando en ese momento también entra dentro de las lógicas de progreso, así, por ejemplo, la Historia de la literatura en Nueva Granada, escrita por José María Vergara y Vergara en el 1876 tenía la “[…] necesidad de escribir una historia propia que se desprendiera de la española en el reconocimiento de una tradición, a la vez que de estudiar su desarrollo en América”. Para Vergara la literatura del siglo XIX era resultado de la producción escrita que se había generado tiempo atrás, tomando como referencia la idea de un progreso literario que va de la mano con el desarrollo de las sociedades, en consecuencia, se afirma la “[…] existencia de un movimiento literario, digno de mención y aplauso, anterior a 1810”.Se tiene la pretensión de construir una tradición literaria que dé cuenta del progreso nacional.
No obstante, la conformación de una “Literatura nacional” en el contexto del progreso moderno, presenta una paradoja: Por un lado, el progreso implicaba no volver a lo tradicional porque esto significaba un retroceso al pasado. Por el otro lado, el pasado era necesario para legitimar el proceso presente de la conformación de un Estado nacional. De esta forma, las propuestas para la conformación de una literatura nacional fueron variadas, es decir que la creación de una literatura nacional debe pensarse no como una sola propuesta que responde a un solo proyecto político. Al igual que dichos proyectos políticos, las propuestas literarias eran diversas y apuntaban a señalar diferentes puntos de vista de acuerdo con el autor que las escribía. Por ejemplo, no es lo mismo una producción literaria escrita por un conservador antioqueño a una producción literaria escrita por un liberal del Valle del Cauca.
2.3.3. El costumbrismo.
El mayor interés del costumbrismo era retratar la sociedad decimonónica colombiana en sus costumbres. Así, el costumbrismo colombiano tuvo su mayor auge durante el periodo de 1840-1850, además, estaba encaminado a romper con un pasado colonial que, según el texto de Beatriz González-Stephan “Visiones paródicas: risas, demonios, jocosidades y caricaturas”, había truncado los proyectos nacionales posteriores a la independencia. De esta forma, el costumbrismo no mostraba una realidad nacional conflictuada, sino, más bien, estática y ahistórica donde se destacaba un entorno mayormente rural, exaltando entornos naturales vírgenes y representando a sectores de la población que no pertenecían a las elites, identificando sus características raciales con un determinado modo de vida.
Sin embargo, esta forma de representar a los sectores populares cumple una función política: Toda forma de resistencia a la conformación de un proyecto nacional homogéneo fue representada de tal forma que entraba a ser parte del sistema de pensamiento de las élites colombianas:
"La cuestión era reducir cualquier forma de resistencia […] a una referencia fácilmente manejable dentro del pensamiento letrado: lo “otro” [Con lo “otro”, la autora se refiere a los sectores populares que no se acomodaban del todo al proyecto nacional de las élites, por ejemplo, algunos grupos indígenas o algunos grupos afrocolombianos] fue convertido, en el más flagrante de los casos, en pura naturaleza o paisaje, en selva o llano, en sierra o costa; y en el menos, re-convertido en cuadro de costumbres. El hombre popular aparecía entonces como una tarjeta postal, reducido a cromo literario, fetichizado bajo la paleta pintoresquista".
Los costumbristas se ocuparon de señalar los rasgos generales de un pueblo a través de los personajes de sus relatos. En muchos casos, se asumió una postura crítica frente a la sociedad, pues constituye el retrato de los males de una sociedad por culpa del gamonalismo y las guerras civiles. El costumbrismo no se puede separar completamente del romanticismo, ya que encontramos novelas con tramas románticas con toques naturalistas.
- José Eugenio Díaz Castro (Soacha, 1803 - Bogotá, 1865). Célebre por su novela Manuela, (1856) considerada en su época la novela nacional y una de las iniciadoras del género costumbrista en Colombia.
- Jorge Isaacs (Santiago de Cali, 1837 - Ibagué, 1895). Su padre era un judío inglés procedente de Jamaica, que se instaló primero en el Chocó y después en Cali, donde se casó con la hija de un oficial de la Marina española. El padre fue propietario de la hacienda "El Paraíso", el escenario de la obra más importante del escritor, su novela María (1867).
- Eustaquio Palacios (Roldanillo, 1830 - 1898). Su obra más importante es El alférez real de corte histórico-romántico.
- Luis Segundo de Silvestre (Bogotá, 1838 - 1887). Su novela Tránsito relata el encuentro de un joven de la capital, Andrés, y una campesina de la provincia, Tránsito.
- Rafael Pombo (Bogotá, 1833 - 1912). Uno de los poetas románticos más importantes del continente, Pombo escribió fábulas célebres como El renacuajo paseador y La pobre viejecita la novela más importante en el costumbrismo es Noche de Diciembre.
- Tomás Carrasquilla, (Santo Domingo, 1858 - 1940). Poco conocido en su tiempo, vivió entre dos épocas muy diferentes de la literatura latinoamericana: el costumbrismo y el romanticismo, imprime el contraste de la revolución ferroviaria en Antioquia con las costumbres y mitologías provenientes de las montañas generalmente en el nordeste antioqueño; fue solamente después de 1936 que el autor antioqueño se conoció en un plano más amplio al obtener el Premio Nacional de Literatura, es decir, cuando tenía ya 78 años de edad. En su tiempo las obras de Carrasquilla tuvieron una gran difusión en la Región Paisa, ello no quiere decir que haya pasado desapercibida ni en Colombia ni en el exterior. Especialmente a partir de 1936 con el reconocimiento que el autor recibió en el Concurso Nacional de Cuento, su obra atrajo la atención de críticos de la literatura como los chilenos Arturo Torres Rioseco y Mariano Latorre y mantuvo una afectuosa amistad con otros escritores como José Martí y Miguel de Unamuno a través de una vasta correspondencia.
2.3.4. La novela en el siglo XIX.
En lo que respecta a la concepción de la novela como una categoría que caracteriza ciertas producciones literarias, es importante resaltar su carácter histórico, es decir, que la novela no es entendida de la misma forma en todos los espacios y periodos. El siglo XIX colombiano implicó que los neogranadinos, después del proceso de independencia, buscaran enmarcar su propia historia en la historia de Occidente, así, se empezaron a elaborar textos donde el lector encontrará un sentido en un contexto histórico más general. En consecuencia, la producción literaria se vio influenciada por esta necesidad de pertenencia a un marco más universal.
Al enmarcar una categoría como “novela” dentro de la producción literaria del siglo XIX colombiano se hacen evidentes los debates que implican adoptar una idea europea en los cánones propios con el fin de crear un discurso nacional. Dicho de otra forma, en Europa existía un debate en torno al romanticismo y al clasicismo como movimientos artísticos que permeaban la literatura europea: “[…] no siempre se aceptó la tradición española [en la literatura del siglo XIX en Colombia], pues también estuvo presente el problema de la emancipación literaria como una necesidad de construir otras formas de historia”. Dichos debates se trasladaron al contexto nacional donde los neogranadinos vieron la necesidad de tomar posición ante la discusión, pero diferenciando su producción literaria de la de Europa. Así, se evidencian nuevamente las preguntas acerca de si se está generando una literatura nacional propia o si se está copiando lo que viene de Francia o España.
La novela es una categoría que se construye bajo parámetros europeos, pero que, de igual forma, da cuenta de las experiencias que se generaban en la naciente república colombiana. No obstante, estaba en medio de una paradoja en donde se discutía su carácter “tradicional”, en tanto es una categoría que viene de Europa, y su carácter “moderno”, en tanto se constituye como una herramienta para plasmar diferentes discursos nacionales durante la segunda mitad del siglo XIX. Las “novelas fundacionales” que surgen durante este periodo en Colombia son una expresión artística que se articula, acorde al discurso político de la conformación de nación.
En consecuencia, se puede ver cómo, por ejemplo, la novela María de Jorge Isaacs es aparentemente una historia de amor por excelencia. Sin embargo, como Doris Sommer señala en su libro Ficciones fundacionales: Las novelas nacionales de América Latina, este relato también muestra una armonía racial entre los diferentes grupos que conformaban a la nación colombiana, pero haciendo evidentes las diferencias y la jerarquía entre ellos.
De esta forma, se muestra la jerarquía familiar de una hacienda vallecaucana donde todos los personajes viven en comunidad pero reconociendo que el padre de Efraín, el protagonista de la historia, es la punta de la pirámide: “[…] esta novela histórica elimina toda posibilidad de amalgamación entre la aristocracia colombiana y sus esclavos recién libertos”. Además, es importante señalar la imposibilidad de amor entre María y Efraín, causada por una enfermedad que la protagonista heredó de su madre, así como también le heredó sangre judía. Por consiguiente, se hace evidente la imposibilidad del amor entre dos grupos raciales diferentes.
2.3.5. La prensa y la novela folletín.
En primer lugar, la novela por entregas es un género que tiene su origen en Europa y que llega a América posteriormente. Para la segunda mitad del siglo XIX, este género se fortalece en Colombia a la par con el surgimiento de las primeras novelas fundacionales como Manuela de José Eugenio Díaz Castro o María de Jorge Isaacs y con la consolidación de una prensa nacional dinámica e influyente. De este modo, las obras literarias eran publicadas en una sección del periódico de forma fragmentada y periódica, haciendo que el lector siguiera la historia por medio de las publicaciones de prensa.
Es importante señalar que la prensa generó un “nuevo lenguaje” sobre los temas religiosos y políticos que se debatía entre la tradición española y la necesidad de aspirar a otras propuestas encaminadas a consolidar el componente nacional. En consecuencia, se evidenciaron tensiones entre las publicaciones hechas en Colombia y las que venían de España u otros países de Europa. En un primer momento, las publicaciones extranjeras fueron mayores en la prensa nacional, sin embargo, para la segunda mitad de la década de 1850 esta situación cambia, aumentando las publicaciones neogranadinas, así, la literata e historiadora Carmen Elisa Acosta señala que:
"[…] entrando el siglo XIX, en la década del treinta, aún no se contaba con una tradición periodística, pero su construcción se hacía cada vez más necesaria, dada la agitación partidista que a la vez implicaba nuevas polémicas religiosas […] A partir de la década del cuarenta, la profusión de las publicaciones fue constante".
La prensa también generó espacios para la circulación de ideas que posteriormente pasarían a alimentar las discusiones de los lectores, creando así un público receptor. De esta forma, Carmen Elisa Acosta señala que: “La lectura se propuso, entonces, como un acto colectivo, una forma de socialización desde los textos; como una relación activa e inmediata entre el periódico y sus lectores”, así, la novela por entregas se enmarca en el acto colectivo de la lectura. Sin embargo, es importante hacer la salvedad de que está práctica de lectura se evidencia sobre todo en las élites debido a los altos niveles de analfabetismo en el país. En consecuencia, se puede mostrar cómo la novela por entregas se debatía entre un conflicto sobre lo nacional y lo extranjero, pero también en generar un discurso aparentemente poco político, en tanto se exaltaba su carácter literario al que tenían acceso muchos grupos de la élite colombiana del siglo XX.
Aun así, se sabe que la literatura tiene un estrecho nexo con los proyectos políticos a lo largo del siglo XIX y este nexo está, a su vez, relacionado con las publicaciones de prensa: “La relación entre prensa y novela constituyó un vínculo privilegiado por medio del cual la élite neogranadina otorgó una función social a la literatura […]”. En otras palabras, la novela del siglo XIX era un vehículo de opiniones, formas de pensar y propuestas de construcción nacional que provenían de la élite y estas ideas inmersas en la literatura se difundían por medio de la prensa, en el mecanismo de las novelas por entregas. Así mismo, la novela por entregas permitió la formación de una comunidad letrada que se reúne en torno a la lectura de un mismo texto.
2.3.6. Los relatos de viaje en Colombia.
Los relatos de viaje hacen parte de un género literario que, en el contexto colombiano, permite mostrar la manera en la que los colombianos del siglo XIX que podían viajar a Europa y a Estados Unidos relatan sus experiencias en el extranjero. Estos relatos de viaje se construyen a través de cartas y diarios íntimos que posteriormente generan interés en la comunidad americana y son publicados. Estos relatos de viaje, por lo general, están desprovistos de una intención literaria, por lo que pueden poseer cierta sinceridad en su tono, de esta forma el historiador francés Frédéric Martínez afirma que: “El interés por las vivencias de los viajeros reside en el contacto directo que tienen aquellos con ese «laboratorio europeo» que atrae poderosamente las miradas hispanoamericanas”.
Los testimonios muestran que la Europa retratada no es en todos los casos un lugar cómodo para los viajeros americanos. El interés que generan dichos escritos se debe a su “carácter nacional”, es decir, al hecho de que es un personaje americano el que está retratando a Europa y no al revés, como suele suceder. De igual forma, se puede ver como el tono de relato cambia en la forma de mostrar por ejemplo a Europa, dependiendo de la filiación política de quien escribe. En ese sentido, se puede ver como los conservadores tienden a exaltar el carácter católico del mundo, usando sus experiencias a favor de una pedagogía católica que sirven para la catequización. Por otro lado, los autores liberales exaltan el carácter moderno del progreso. Así, se genera una competencia entre los partidos por en donde se disputa la representación de Europa: “Si los relatos de viaje aparecen, cuando son escritos por plumas conservadoras, como instrumento de catequización, se convierten bajo las plumas liberales en herramientas de pedagogía del progreso”.
2.3.7. El modernismo.
El modernismo fue un movimiento literario que se desarrolló entre los años 1880-1910 a lo largo de Hispanoamérica que se caracterizó por una ambigua rebeldía creativa, un refinamiento narcisista y aristocrático, el culturalismo cosmopolita y una profunda renovación estética del lenguaje y la métrica.
- José Asunción Silva (Bogotá, 1865 - Bogotá, 1896). Realizó su educación de forma autodidacta desde que abandonó los estudios en 1878. Viajó a París y vivió en Londres y en Suiza. Se suicidó tras el fracaso del negocio familiar y las consiguientes deudas, la muerte de su hermana y de su abuelo y la pérdida de gran parte de su obra en un naufragio. Lo más recordado de su obra son los Nocturnos.
- José María Vargas Vila (Piedras, Tolima 1860 - Barcelona, 1933). Uno de los personajes más polémicos de principios del siglo XX en América, se caracterizó por sus ideales liberales radicales y la consecuente crítica contra el clero, las ideas conservadoras y la política imperialista de Estados Unidos.
2.4. Literatura del Siglo XX
2.4.1. Los nuevos.
Los nuevos es un movimiento que contesta con la ironía a los vestigios del romanticismo y del costumbrismo precedente y que abriría tímidamente las puertas de la modernización literaria propia de la primera mitad del siglo XX. Aunque su periodo de mayor actividad literaria fue durante la década de los años veinte, muchos de sus miembros tuvieron una dilatada vida pública: desde funcionarios públicos como Luis Vidales o León de Greiff hasta ministros y presidentes de la República, como Germán Arciniegas y Alberto Lleras. Este grupo intelectual, político, literario y artístico se reunió alrededor de la revista del mismo nombre, publicada en 1925. La junta directiva de esa publicación fue conformada por Felipe Lleras Camargo, director; Alberto Lleras Camargo, secretario de redacción; Abel Botero, Eliseo Arango, C.A. Tapia y S., Francisco Umaña Bernal, Jorge Zalamea, José Enrique Gaviria, José Mar, León de Greiff, Luis Vidales, Manuel García Herreros y Rafael Maya. A pesar del fracaso de la revista Los Nuevos, varios de sus miembros participaron posteriormente en publicaciones como la revista Universidad.
2.4.2. Piedra y cielo.
El siglo XIX avanzaba en occidente al paso veloz de la industrialización, la literatura en Colombia como en Latinoamérica bien pronto se enriqueció con el surgir de movimientos que abrirían el abanico de las letras. De la década de los novísimos, se crea el célebre Grupo de Piedra y Cielo (1939) con personajes como Eduardo Carranza, Jorge Rojas, Arturo Camacho Ramírez, Gerardo Valencia, Carlos Martín, Tomás Vargas Osorio y Daniel Samper. Rinde homenaje al poeta Juan Ramón Jiménez. Está inspirado en la tradición clásica española, con voluntad de orden ante los excesos vanguardistas y creando el movimiento "piedracelista". Organizado como editorial, el grupo publicó los Cuadernos de Poesía de Piedra y Cielo.
2.4.3. El nadaísmo.
El nadaísmo, fundado en los años 50 por Gonzalo Arango, fue un movimiento nacido de una época convulsa bajo la sombra de la dictadura militar de Gustavo Rojas Pinilla. Su nombre recuerda el nihilismo y el dadaísmo, se autodenominaban nadaístas ya que no creían en nada. Pretendían que la poesía se comunicara con la gente, estos incorporaron a la poesía mensajes agresivos y directos, expresaban la clara oposición literaria y filosófica al ambiente cultural establecidos por la academia y la iglesia. Entre sus precursores están: Gonzalo Arango, Eduardo Escobar, Jaime Jaramillo Escobar, Patricia Ariza, Jotamario Arbelaez, Fanny Buitrago, Raúl Gómez Jatin entre otros; estos se reunían secretamente para escribir, se escabullían por los techos para reunirse en determinados lugares que solamente ellos conocían.
2.4.4. La generación del boom.
Todo ese camino literario en Colombia, así como en todo el mundo hispanoamericano, llevaría entonces a lo que hoy se conoce como el boom latinoamericano, del cual hizo parte el premio nobel de literatura de 1982 Gabriel García Márquez. Hace parte del llamado realismo mágico y del movimiento de la literatura latinoamericana.
Por el mismo tiempo aparece Andrés Caicedo, quien no sólo estaba distanciado geográficamente del boom, sino que sus obsesiones eran más cercanas a la cultura relacionada con el cine y el rock n' roll, retratando problemáticas sociales urbanas y juveniles.
2.4.5. Generación desencantada.
Con este rótulo, varios críticos, tales como James J. Alstrum, han agrupado a un grupo amplio y diverso de poetas posteriores al nadaísmo que comenzaron a publicar hacia la década de 1970. Poetas como Harold Alvarado Tenorio, José Manuel Arango, María Mercedes Carranza, Juan Gustavo Cobo Borda, Darío Jaramillo Agudelo, Giovanni Quessep, Elkin Restrepo, Mario Rivero y Juan Manuel Roca entre muchos otros, han sido considerados parte de esta "Generación desencantada", a pesar de sus significativas diferencias de estilo, temática e ideología. María Mercedes Carranza identifica tres características fundamentales de la que ella llama "poesía post-nadaísta": primero, interacción con el lenguaje de los medios masivos y la cotidianidad en contextos urbanos; segundo, escepticismo frente a la política y a la poesía misma, con un tono más intelectual que emotivo; tercero, elaboración personal de lo coloquial y lo cotidiano con cierta perplejidad moral frente a la cual la imagen poética ofrece una alternativa.
2.5. Generaciones recientes.
Algunos escritores como Pedro Oliva, Alberto Salcedo Ramos, Jorge Enrique Botero y Aquiles Abregu, han hecho periodismo literario; el segundo con una biografía sobre Kid Pambelé y el tercero con los libros Últimas noticias de la guerra y Espérame en el cielo, capitán. Ambos son una suerte de herederos de Germán Castro Caycedo y el mejor periodismo latinoamericano. En cuanto a narrativa, destacan nombres como Rafael Chaparro Madiedo, autor de Opio en las Nubes, novela que se ha hecho célebre por sus personajes, su temática alusiva al rock y su narrativa fragmentada y experimental. Héctor Abad Faciolince, Edgar Miguel Molina, Laura Restrepo, Fernando Vallejo, William Ospina, Santiago Gamboa, Andrés Mauricio Muñoz, Evelio Rosero, Antonio Ungar, Tomás González, Jorge Franco, Juan Sebastián Cárdenas, Nahum Montt, Miguel Mendoza Luna, Sebastián Pineda Buitrago, Mauricio Loza, Ignacio Piedrahíta Arroyave, Sergio Álvarez, Efraím Medina, Antonio García, Juan Esteban Constaín, Andrés Ospina, Mario Mendoza, James Cañon, René Segura, Andrés Del Castillo, Juan David Ochoa Aguirre, Diego Fernando Montoya Serna, Ricardo Silva Romero, Juan Pablo Plata, Rubén Varona, Johann Rodríguez Bravo, Juan Diego Mejía, David Alberto Campos, Óscar Perdomo Gamboa, Yesid Morales, Antonio Iriarte, Esmir Garcés, Winston Morales, Antonieta Villamil, Germán Camacho López y muchos otros.
2.5.1. Generaciones recientes en poesía.
En las últimas décadas, Colombia ha producido un significativo número de poetas de importancia, de temáticas urbanas y antipoéticas. Entre ellos, brillan los nombres de Antonieta Villamil, Janet Núñez Marroquín, Yirama Castaño Güiza, Luz Helena Cordero, Elvira Alejandra Quintero, Matilde Espinosa, Orietta Lozano, Ana Milena Puerta, Monique Facuseh, Jorge García Usta, Ramón Cote Baraibar, Víto Apushana, Gabriel Arturo Castro, Carlos Patiño Millán, Jorge Cadavid, Juan Felipe Robledo, Pablo Montoya, Hernán Vargas-Carreño, Antonio Silvera, Luís Mizar Mestre, Jorge Mario Echeverri, Nelson Romero Guzmán, Carlos Alberto Troncoso, Winston Morales Chavarro, Óscar Torres Duque, Gonzalo Márquez Cristo, Rafael Del Castillo Matamoros, Federico Meléndez, Andrea Cote, Lucia Estrada y Felipe García Quintero, Lauren Mendinueta, Enrique Rodríguez, Henry Alexander Gómez, Alonso Quintín Gutierrez, Juan David Sanabria, Juan Darío Cárdenas y Hernando Urriago Benítez cuya obra poética ha sido reconocida internacionalmente.
2.6. Literatura narco o del sicariato.
Durante los primeros años de la década del noventa del siglo XX empezó a aparecer la realidad de la violencia del narcotráfico en la literatura de la época. Títulos como La Lectora de Sergio Álvarez, Rosario Tijeras de Jorge Franco y La Virgen de los Sicarios de Fernando Vallejo empezaron a retratar los nuevos miedos y obsesiones que el país había adquirido en esta etapa de la violencia. Las ciudades, a la vez que se convierten en escenario de esta violencia, se convierten en el escenario de estas tramas. Recientemente fueron publicadas obras como El ruido de las cosas al caer de Juan Gabriel Vásquez y 35 muertos; Sergio Álvarez, que hacen una aproximación más extensa, por décadas, en las ficciones, del tema del narcotráfico y su afectación en la vida de los colombianos.